Dios mío, te amaba. Te amaba hasta el extremo de que no podía soportar
la idea de herirte incluso si me herías, de traicionarte incluso si me
traicionabas; y al amarte amaba tus defectos, tus errores, tus mentiras, tus
fealdades y miserias, tus vulgaridades y tus contradicciones, tu cuerpo con los
hombros demasiado redondos, los brazos demasiado cortos, las manos demasiado
gruesas, las uñas arrancadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario